martes, 30 de julio de 2013

Carta abierta a la doctora Cecilia López, columnista de El Heraldo



Doctora Cecilia López, respetable ciudadana: 

Reproduje y distribuí  su artículo de hace días que exaltaba la llegada del doctor Ramsés Vargas a la rectoría de la Universidad Autónoma del Caribe. A continuación, le escribo mi confesión.
A muchos en esta casa de estudios universitarios, al ingresar,  nos privaron del  olfato para fragancias enaltecedoras del espíritu  y, de esa manera, si éramos docentes, nos camuflábamos entre la indiferencia moral que inocula la cultura del espectáculo,  esa que devora de preferencia las almas de los más jóvenes y arte en que destacaba mi amada exrectora. El altruismo dejó de ser el objeto del bien, que ahora prefiere el gozo inmediato, la felicidad express que no demanda sacrificios ni proyectos de vida que respeten.
En esta Alma mater, doctora López, todos somos hijos del mismo vientre, la madre diosa nos daba a luz  en  el magnánimo acto de aprobar nuestro nombramiento, de hacernos carne de su carne voluptuosa, pragmática, codiciosa y emprendedora; de esa estirpe que  nos emparenta con los señores que emprenden pirámides, interbolsas, agroingresos seguros; magos contables; creadores de empresas políticas de lucro personal y familiar, en fin, los que la propaganda del sistema capitalista egoísta corona como triunfadores.
Como  en todo bautismo,  venían las ceremonias de renovación de promesas, y se hacía una larga cola para besar la mano de la diosa fortuna. Allí éramos uno: secretarias, decanos, directores, vigilantes, profesores, proveedores,  aseadoras, Mariano, Arturo, Orietta,  Zoila, Paul y también Patricia; la bella Shirley y Christian el perverso, y también Polito, el diablo de los números (para conocer las funciones de estos personajes y los que más adelante aparecen, se debe consultar El Heraldo de los días 21 y 22 de julio) Y yo también, doctora López, que pagaba para sentarme a desear, como Lázaro, una mirada de ella, o de Shirley. Ni la aparición repentina de Orlando, el capitán del equipo, derrotaron mis ilusiones.  Admito, doctora, que he deseado ser él  y en sueños he sentido la voluptuosidad  sinuosa de ella que en mis brazos dormía. Hasta Ricardito, el bufón de la reina,  fue blanco de la envidia de muchos, incluido yo, doctora.
Entre ellos, doctora, existe un tenebroso personaje, del linaje de ella, que no me despierta envidia,sino miedo, porque está en todas partes y nadie lo ve. Se sabe que castiga todo contrato que se pasee por la universidad. Explota las refresquerías, y a la manera de lo que ocurre con el equipo de fútbol, mi U asume todos los costos y él se lleva los ingresos. Así cualquiera puede despachar desde Miami. Ese sí es de un enorme espíritu emprendedor, descubrió una vena jugosa donde hincó su colmillo y por allí mata lentamente las finanzas de nuestra U. Dicen que se mueve por el sistema linfático de esta anémica casa de la inteligencia con la colaboración de una red que incluye desde humildes obreros, hasta encopetados directivos. Su empresa es una estructura promisoria para acceder importantes cargos. Así, el actual jefe de nuestras finanzas visibles e invisibles  aprendió con los negocios de este personaje los secretos de las finanzas y la administración. Eso sí es loable: impulsar el talento criollo, ¿verdad Varguitas?
Con la mano en el corazón, doctora, nos toca hundir la cabeza en un profundo examen de conciencia y hacer penitencia, dar muestras de arrepentimiento, porque, de lo contrario, será imposible la conversión y abrazar  la libertad, aunque de asalariados, libertad para soñar y desear solo lo que es fruto de nuestro esfuerzo y trabajo. Ahora, ello brilla  más alcanzable desde que nos escapamos de la esclavitud y levantamos un palenque sindical, que, aunque son dos, parecen uno. Por excepciones legales, no están inscritos ni los miembros de la Sala General ni los de doble registro del Consejo directivo, del resto somos los mismos, los de la fila de fieles que ya le conté, incluido Guillermito, el confesor de la bella Shirley.
Le juro, doctora, que nuestros estudiantes no son distintos a los de ninguna otra universidad del país que no sea de garaje, clase, a Dios gracia, de la que no forma parte la Autónoma del Caribe. A ellos los salvó ese milagro que salva a los inocentes, y ella, le juro, no alcanzó a marcarlos ni con el cinismo de Ricardito ni con la malicia avara de los que ya sabemos. Y la mayoría de ellos sueñan con ser hombres y mujeres decentes, a diferencia de Cristian, la criatura de ella, pendiente  siempre  a reclamar su derecho de pernada en sus feudos del canal y la emisora.
Son esos estudiantes los que motivan esta confesión, y quienes justifican la lucha que lidera el nuevo rector, doctor Ramsés Vargas, para garantizarles una Uniautónoma de alta calidad docente, investigativa y cultural. A  nombre de ellos y de los arrepentidos, como yo, le agradezco su valiosa solidaridad.
Por último, doctora López,  abrigo el mismo temor que su  excelente inteligencia social expresa  con la pregunta de ¿quién vigila a las universidades problema? El temor de que la Ley 30 delega esa responsabilidad en las mismas mafias universitarias, que al abrigo de la cándida autonomía universitaria diseñan estatutos  a la medida de sus ambiciones nobles o innobles, porque no nos engañemos, la función fiscalizadora del Ministerio de Educación nunca no vio antes nada sospechoso en la administración de la Universidad Autónoma, y ciega seguiría de no ser por las denuncias penales contra la exrectora.
Me da mala espina que la actual ministra de educación, a la pregunta de cuándo entregará el informe de sus investigaciones a la administración de la Autónoma del Caribe, siempre subraya que si no encuentra pruebas de las irregularidades, ella archivará el caso. ¿Por qué hacer énfasis  en lo obvio, doctora? Los auto-préstamos y las cuentas del equipo de fútbol no son de hecho suficientes para que ella descarte la alternativa de archivar el caso, y colorín colorado, este cuento se ha acabado. Sería un exabrupto jurídico, moral, académico, político, y contra mí, doctora, porque me tocaría refugiarme en el otro sindicato, el de Guillermito, el confesor.
Atentamente,  Antonio Donado, profesor de Ética, Teoría del conocimiento, Teoría de comunicación Organizacional, Expresión Escrita, Análisis Político y económico, Metodologías investigativas (no penales), con experiencia en universidades problema, porque también fui profesor de La Gran Colombia, la del santón José Galat, con quien mantengo excelentes relaciones personales y teológicas.     

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